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Perros Braquicéfalos - Castellano
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Américo Cardoso dos Santos Júnior
Es muy común, en cualquier campo de actividad, escuchar la afirmación de que la perfección absoluta es utópica y, en la práctica, no existe. A la hora de juzgar animales domésticos, esa perfección es minuciosamente descrita en cada Estándar de Raza que, además de especificar las características del ejemplar ideal, también describe los defectos más comunes y el rigor con el que deben ser punidos por los jueces. Mas, en el caso del Fila Brasileiro, el mayor problema al que la raza se enfrenta no es abordado por el Estándar porque concierne a su capacidad de atraer irresistiblemente, como criadores (y aspirantes a autoridades en la materia), a mucha gente de la peor calaña. A lo largo de estas ya más de cuatro décadas de lucha ininterrumpida en favor del mejoramiento genético de la raza, el CAFIB ha sido blanco de feroces ataques provocados por alborotadores que, a lo largo de periodos de duración variable, intentan inocular su veneno, más acaban por fracasar en sus agresiones y, finalmente, desaparecen, dejando un tufo de podredumbre que, con el tiempo, se va desvaneciendo. Sin embargo, lamentablemente, estos individuos no paran de surgir, porque proliferan como ratones o cucarachas.
Un tradicional entusiasta de la raza Fila Brasileiro, ubicado en Río de Janeiro, escribió al CAFIB relatando una visita que hizo a algunos jóvenes criadores del Vale do Paraíba Paulista, entre los cuales se encontraba uno de esos supuestos líderes que, vanidosamente, exhibía sus también supuestos conocimientos a su absorta audiencia. Entre los temas abordados y discutidos, surgieron dudas y polémicas sobre el índice cefálico y la braquicefalia.
El lenguaje cinófilo, como todas las jergas, tiene sus características específicas y acaba llevando a la popularización de determinadas palabras con significado a veces diferente del convencional. Diversos estándares de razas caninas al referirse a la presencia de un solo testículo, o a la ausencia de los dos, mencionan la monorquidia y criptorquidia como faltas descalificantes. En lenguaje médico se usan los términos criptorquidia unilateral, o bilateral para los casos en que uno, o los dos testículos, permanecen retenidos en la cavidad abdominal o interrumpen su descenso a la bolsa escrotal como consecuencia de la existencia de hernias o anomalías anatómicas y quedan retenidos en algún punto del canal inguinal. Etimológicamente, la palabra tiene origen griego, idioma en el que “cripto” significa escondido y “órkhis” es testículo. En verdad, la monorquidia, que es la existencia de un único testículo (y no la retención del otro en la cavidad abdominal), así como la anorquia, que es la ausencia completa de testículos, son extremadamente raras.
Como curiosidad, todavía en el campo de la etimología y de los testículos, el nombre de la flor llamada orquídea también deriva de “órkhis”, seguido de “eidos” (que transmite la idea de aspecto, forma), o sea, significa “que tiene la forma de los testículos”. Ocurre que el estudioso que oficialmente describió los primeros ejemplares de esa gigantesca familia botánica (con cerca de veinticinco mil especies) consideró que el formato de sus dos pequeños tubérculos presentaba una gran semejanza con esa parte de la anatomía íntima masculina.
Otra palabra frecuentemente usada de forma errónea es cruce (“Llevé a cruzar mi hembra”. “El perro fue cruzado varias veces”). En zootecnia, cuando el macho y la hembra pertenecen a la misma raza, el término técnico correcto es apareamiento. Solo cuando se mestiza es cuando se practican cruces (“Crucé mi hembra Fila con un Mastiff”). Y cuando la pareja pertenece a especies diferentes (como perros con lobas, o asnos con yeguas) la palabra adecuada es hibridación.
En cuanto a los índices cefálicos, tradicionalmente, las catalogaciones como dolicocéfalo, mesocéfalo y braquicéfalo se refieren a la relación entre anchura y longitud del cráneo porque fueron creadas para ser aplicadas en seres humanos (que, evidentemente, no tienen hocico). Dolicocéfalo es la persona cuyo cráneo tiene una anchura menor que su longitud, o diámetro transversal menor que el longitudinal; ya el braquicéfalo tiene el cráneo ancho en relación a su longitud; y el meso cefálico presenta un índice cefálico intermedio entre los dos anteriores. Al ser aplicados a los perros, cuya cabeza es muy diferente de la humana – como se puede ver en los efectos especiales de las películas de terror en las que el villano se va transformando en hombre lobo – esos índices, evidentemente, deben considerar apenas el cráneo, y no el hocico. De ahí el error de algunos cinófilos al decir que esa proporción se refiere a la cabeza entera del perro, en su eje longitudinal (cráneo y hocico), desde el occipital a las narinas. Eso sería tan absurdo como medir el índice cefálico de las personas por medio de una línea iniciada en la base del cráneo (occipital) y acabada en la punta de la nariz. Aplicando ese parámetro, muy pocas razas caninas, como los Bulldogs (inglés y francés), el Pug, el Pequinés y algunas otras más, podrían ser consideradas braquicéfalas (en los felinos, el ejemplo típico es el gato Persa); y el Fila Brasileiro, evidentemente, no podría formar parte de esa lista. Además, ese tipo de comparaciones entre la anatomía de las personas y la de los perros es una idiotez. En medicina humana, la braquicefalia está conceptuada como una anomalía congénita hereditaria, que causa la malformación del cráneo, o sea, una deformación patológica y una enfermedad, asociada a numerosos síndromes. Y la medicina veterinaria apunta que esa condición, en la que el maxilar superior está muy atrás (mientras que la mandíbula permanece normal), acostumbra a acarrear la protusión del globo ocular (ojos saltones), dificultades respiratorias, hipertermia y problemas dentarios. Ella es consecuencia de una larga selección genética dirigida por discutibles conceptos estéticos. En diversos artículos técnicos se puede leer que los animales braquicéfalos presentan hocico “achatado” y que ese “síndrome” es el causante de anormalidades en la estructura ósea del cráneo y de la cara de las mascotas.
Por ello, resaltamos una vez más que, en la jerga cinófila, algunos vocablos tienen un sentido diferente del convencional y eso puede incluso despertar dudas y generar confusión. Conviene recordar algunos ítems claramente especificados en el Estándar de la Raza Fila Brasileiro, pero que podrían ser considerados conflictivos porque muchos perros braquicéfalos acostumbran a tener hocico corto y ser prognatas:
CABEZA: Braquicéfala, grande, pesada, …
HOCICO: De perfil, de longitud prácticamente igual a la del cráneo …
DIENTES Y MORDEDURA: … Mordedura en tijera, o sea, con incisivos inferiores encajando en la cara interna de los superiores.
Algunas décadas atrás, Chico Peltier, que fue nuestro representante en Europa, me pasó una carta con algunas preguntas técnicas sobre cómo juzgar al Fila Brasileiro, que le habían sido enviadas por el criador español Jaime Pérez Marhuenda. Jaime – que posteriormente vino diversas veces a Brasil, fue nombrado juez del CAFIB y nuestro representante en España – también pedía aclaraciones sobre la constitución molosoide o bracoide del Fila y sobre el formato de su eje cráneo-nasal. Transcribo aquí un trecho de mi respuesta:
De los perros rastreadores heredó un olfato desarrollado – que exige un caño nasal largo -, un hocico de longitud igual a la del cráneo, el ortognatismo de los maxilares (el estándar estipula mordedura en tijera), un perfil rectilíneo, orejas grandes y colgantes, párpados gruesos y, a veces, caídos, con expresión triste, un occipital pronunciado, un ladrido largo, características estas comunes en los dolicocéfalos, especialmente en ciertos bracoides. Pero la herencia recibida de los perros de presa le definió una figura brevilínea y compacta (aunque el cuerpo sea rectangular y más braquimorfo que mesomorfo) y una cabeza proporcionalmente grande y pesada, con cráneo ancho, braquicéfalo.
El hecho de presentar algunos trazos bracoides y no reunir completamente todas las características de lo que tal vez pudiera denominarse como “molosoide absoluto”, no debe llevar a la exclusión de Fila de este último grupo morfológico. Ocurre que una gran parte de las razas molosoides fue desarrollada de manera algo artificial, para propósitos específicos, no siempre muy naturales y en regiones más urbanas, como los deportes de combate en las arenas y la guarda de casas en las ciudades. No había, en esos casos, la necesidad de ciertos atributos indispensables para la supervivencia en condiciones de vida en la naturaleza. Cuando el “bull-baiting” fue prohibido en Inglaterra, y el Bulldog pasó a perder la función para la que fue creado, sus criadores acentuaron, guiados por modismos, las características fenotípicas más definitorias de ese perro. El resultado fue una verdadera caricatura, de proporciones inviables, con dificultades respiratorias y casi total imposibilidad de parto natural. Mientras el Fila fue, en gran parte, moldeado por la naturaleza y por la necesidad de estar dotado de condiciones físicas, morfológicas y de temperamento para sobrevivir en situaciones muy semejantes a las de un cánido silvestre. Ese cuadro no es compatible con una conformación antinatural, exagerada o dictada por modas. Su equilibrio de formas, harmonía de líneas, tamaño grande sin ser agigantado, físico poderoso que combina una notable fuerza bruta con una sorprendente agilidad y elasticidad de movimientos, su nobleza de trazos en el formato de la cabeza, la dignidad de su expresión al mismo tiempo triste y desafiante, combinado con un temperamento inigualable para la guarda, hacen del Fila Brasileiro el más perfecto de los molosoides.
Para concluir, todavía dentro de este mismo tema, me pregunto si esos jóvenes criadores del Vale do Paraíba, que cuestionaban las características de la cabeza del Fila, especificadas en el estándar del CAFIB, no se encuadraban, ellos mismos, en la famosa descripción hecha por el médico psiquiatra italiano Cesare Lombroso (1835-1909), considerado el “Padre de la Antropología Criminal”. En su conocido libro “L’uomo delinquente” enumera pormenorizadamente los atributos físicos del “criminal nato”, recomendando que los portadores de esas características fenotípicas (que, después, algunos juristas pasaron a llamar “tipo lombrosiano”, o “ladrón con cara de ladrón”) fueran preventivamente segregados de la sociedad, incluso antes de haber cometido algún delito, porque su tendencia a perpetrar crímenes era inalterable.